México enfrenta una crisis silenciosa que podría sepultar su seguridad alimentaria: el abandono masivo del campo por las nuevas generaciones. Mientras los jóvenes migran a las ciudades en busca de oportunidades, el relevo generacional en el sector agrícola se desvanece, dejando a miles de hectáreas sin manos que las trabajen y poniendo en riesgo el futuro de un sector que aporta el 8% del empleo nacional y el 3.3% del PIB.
El campo envejece: Un éxodo sin retorno
Según el INEGI, el 58% de los productores rurales en México tienen más de 50 años, y solo el 12% de los jóvenes entre 18 y 25 años considera dedicarse a actividades agropecuarias. “Mis hijos se fueron a Estados Unidos o a Monterrey. Dicen que aquí solo hay pobreza y soledad”, relata Margarita Ramírez, campesina de 62 años en Zacatecas. Este desinterés no es casualidad:
- Falta de acceso a tecnología: El 70% de las unidades de producción usan métodos tradicionales, según la FAO.
- Ingresos precarios: El 54% de los hogares rurales vive en pobreza, frente al 37% en zonas urbanas (CONEVAL).
- Desconexión cultural: Las nuevas generaciones perciben el campo como un “lastre” sin oportunidades de crecimiento.
¿Por qué nadie quiere ser campesino?
El gobierno federal ha fallado en crear incentivos para retener a los jóvenes. Programas como Sembrando Vida se enfocan en adultos mayores, y no existen políticas claras para:
- Modernizar la educación agrícola (solo el 15% de las escuelas rurales enseñan técnicas sostenibles).
- Facilitar créditos a jóvenes emprendedores del campo.
- Promover la agricultura digital, como el uso de drones o apps para gestión de cultivos.
“El campo sigue asociado al atraso. Si no hay internet, ni buenos salarios, ¿qué futuro les ofrecemos?”, cuestiona Luis Torres, economista agrícola de la UNAM.
Consecuencias: Un país que podría depender de importaciones
De continuar esta tendencia, expertos advierten:
- Para 2035, México podría importar el 40% de sus alimentos básicos (maíz, frijol), frente al 20% actual.
- Aumento de precios en productos nacionales por escasez de mano de obra.
- Abandono de tierras fértiles, lo que agravaría crisis ambientales como la deforestación.
El gobierno, entre discursos y realidades
Aunque autoridades federales aseguran que “el campo es prioridad”, acciones concretas brillan por su ausencia:
- El presupuesto para desarrollo rural bajó un 9% en 2024, según el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas.
- No hay una estrategia para vincular a empresas tecnológicas con ejidos.
- Migración interna: Cada año, 200,000 jóvenes dejan zonas rurales para trabajar en ciudades o cruzar la frontera.
Testimonios que duelen
“Estudié agronomía, pero aquí no hay apoyo para innovar. Me voy a Canadá”, confiesa Javier, de 24 años, hijo de productores de aguacate en Michoacán. Casos como el suyo reflejan una paradoja: México es el mayor exportador de aguacate del mundo, pero sus propios jóvenes no quieren sostener esa industria.
¿Hay solución?
Organizaciones como Salvemos el Campo MX proponen:
- Subsidios directos a jóvenes que emprendan proyectos agrícolas.
- Alianzas público-privadas para llevar tecnología 4G y drones a zonas rurales.
- Campañas de dignificación del trabajo en el campo, con influencers y medios.
Sin embargo, sin voluntad política, estas ideas quedarán en el aire.
Advertencia final
“Si no revertimos esta tendencia, en una década tendremos campos fantasmas y una crisis alimentaria sin precedentes”, sentencia la Dra. Ana Mendoza, especialista en desarrollo rural. El reloj sigue corriendo…
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