El sector agroalimentario mexicano ha mostrado un desempeño impresionante en términos de exportaciones y generación de ingresos, alcanzando 53 mil millones de dólares en exportaciones en 2023. Sin embargo, este crecimiento se enfrenta a una serie de desafíos que amenazan su sostenibilidad a largo plazo. Uno de los principales problemas es la falta de apoyo gubernamental, ya que solo el 0.6% del Producto Interno Bruto (PIB) del país se destina al sector agrícola, el porcentaje más bajo entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
La situación se complica aún más con el impacto de la sequía que afecta a más de la mitad del país, lo que ha tenido consecuencias devastadoras para los cultivos y el ganado. Los productores se ven obligados a alimentar artificialmente a sus animales, lo que aumenta significativamente los costos de producción. Según la Unión Ganadera, más del 50% del ganado se ha perdido debido a la falta de agua y alimentos naturales.
Otro desafío significativo es el aumento de los precios de los fertilizantes, que se han incrementado en más del 300% debido, en parte, a la guerra en Ucrania. Este aumento de costos ha golpeado duramente a los pequeños y medianos productores, que ya enfrentan dificultades para acceder a crédito y comercializar sus productos. De hecho, solo el 6% de las unidades de producción agrícola en México tienen la capacidad de comercializar sus productos a nivel nacional e internacional, lo que limita el crecimiento del sector.
Además, sectores como la apicultura y la pesca han sido gravemente afectados, con la apicultura sufriendo por la falta de flores y agua, y la pesca enfrentando una amenaza de embargo por parte de Estados Unidos debido a la falta de inspección y vigilancia en las aguas mexicanas. A pesar de estos retos, el campo mexicano sigue siendo un motor económico importante, pero requiere un apoyo mucho más sólido y estratégico por parte del gobierno para asegurar su viabilidad futura
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