En un alarmante giro de eventos, México enfrenta una catástrofe agrícola sin precedentes, con una dramática caída en la producción de maíz. El año 2022 cerró con una producción de 26.5 millones de toneladas de maíz, sin embargo, datos preliminares de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) revelan que el 2023 vio una reducción aproximada del 40% en esta cifra. Esta disminución ha sido atribuida a la escasez de lluvias, que ha afectado gravemente a las presas de uso agrícola en todo el país.
El Monitor de Sequía de México detalla que al cierre del año, el almacenamiento en presas de uso agrícola alcanzó apenas el 42.7%, marcando una disminución del 34.8% en comparación con el año anterior. Esta situación crítica ha forzado una reducción en la superficie agrícola disponible para la siembra en el ciclo otoño-invierno 2023-2024, con Sinaloa, el principal estado productor de maíz, experimentando una reducción del 20% en la superficie cultivable en comparación con el ciclo anterior. Ante esta adversidad, se ha dado prioridad a los cultivos con baja demanda hídrica.
Además, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) ha informado que el 2023 se convirtió en el año más seco de los últimos 82 años, registrando una caída del 21.1% en la precipitación pluvial respecto al promedio histórico. Este récord de sequía ha resultado en que 210 de las grandes presas del país presenten un déficit del 26%, exacerbando la crisis en el sector agrícola y poniendo en riesgo la seguridad alimentaria del país.
Este escenario catastrófico no solo amenaza con elevar los precios de los alimentos a nivel nacional, sino que también pone de manifiesto la urgente necesidad de adoptar medidas de adaptación y mitigación frente al cambio climático y sus efectos devastadores en la agricultura.
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